La historia de Honduras tiene una parteaguas. La llegada al poder de Xiomara Castro marca un antes y un después. Ella no solo se ha convertido en la primera mujer presidenta de esta nación centroamericana, sino que también es un espejo para el continente en donde todavía hay muchas naciones que no han roto con el control masculino.
Lo que ha ocurrido en territorio hondureño era algo impensable para Antonia Castro, una oriunda del departamento de Atlántida, que salió de su natal Tela en 1986 para establecerse en Los Ángeles, debido a la falta de fuentes de trabajo y pobreza, pero también debido a la marginación de las comunidades garífunas y al machismo enquistado en la sociedad.
“Nunca me lo imaginé que iba a haber una mujer que por primera vez sería presidenta”, dice Castro, de 60 años, con gran emoción por la esperanza que representa la nueva Jefa de Estado que contó con 1.7 millones de votos (51.12%), superando por más de 476 mil sufragios al candidato del oficialismo, Nasry Asfura, quien junto al Partido Nacional obtuvo 1.2 millones de votos (36.9%).
“En nuestro país hay mucho machismo”, reconoce la inmigrante residente en el sur de Los Ángeles, por eso asegura que la presidenta Castro, postulada por el Partido Libertad y Refundación (LIBRE), representa “un empoderamiento para esas jovencitas o adolescentes; van a mirar que se puede soñar, al ver a esta presidenta gobernando un país”.